Quinto Elemento

Roberto Palmer, 90 años de un Quilla Huasi


23 de septiembre de 2021

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Roberto Palmer
90 años de un Quilla Huasi
De un cantor de añoranzas, de baladas, chayas, tonadas
De un Pampeano del Mundo.

Jorge Roberto Paglia (más conocido como Roberto Palmer) nació el 24 de septiembre de 1931 antes que el sol se desperece en la inmensidad de La Pampa. Eran las 5 en el Barrio de las Ranas de General Pico (provincia de La Pampa, Argentina). Roberto, a quien sus amigos lo apodan “Tabaco”, creció en una casa de adobe (como la mayoría)  y una niñez humilde pero feliz entre polvorientas calles del pueblo con amigos; y seguro cerca del mimo y algún reto de “la mama” Suave Mercede Nella, de nacionalidad italiana. Era el menor de cinco hermanos. Cursó sus estudios primarios hasta cuarto grado  en la escuela Nº 66. Más tarde junto a su madre y hermana Adela (el resto de los hermanos partieron a Buenos Aires) se mudan  al centro, allí término sus estudios primarios en la escuela Nº 64, teniendo en los últimos años un maestro puntano de apellido Muñoz, a quien recuerda afectuosamente en su canción “Canto de Añoranza”.
Juan Cabrino, guitarrero y cantor, le enseñó los primero tonos en la guitarra. A los 16 años empezó a cantar en la Orquesta de Domingo Pellizari, quien lo descubre como cantante.  Más tarde  lo hizo en  la Orquesta Continental, y  terminó cantando en la orquesta Ideal, todas de General Pico. En 1950  con Juancito Venturucci, Juan Cabrino  y el pianista Benuzzi, formaron  un conjunto llamado “Páginas de América”, incursionando en distintos estilos. Luego vino el Trío Azul . En esa época trasncurría su vida entre música, trabajo y deporte. A lo largo de su trayectoria tuvo encuentros memorables, desde la amistad de su madre con Tita Merello, Pocha Barros, Alberto Cortez, Chito Zeballos, y hasta una anécdota encuentro con Perón horas antes del bombardeo a plaza de mayo.

Autor de: Chaya de los pobres (con Navarro), Lunita Pirquinera (con Navarro), Bala de marzo (con Tejada Gómez), Huella del boyerito (con Oscar Alem), Olvido de la tarde (con Lima Quintana), Balada para Violeta Parras (con Pocha Barros), Canto de añoranza,  entre muchas otras; interpretadas por Mercedes Sosa, Ginamaría Hidalgo, María Marta Serra Lima, entre muchos más

Roberto Palmer y LOS QUILLA HUASI
En noviembre de 1953 Buenaventura Luna, éste selenita enamorado del satélite, nos sugirió que nos llamaramos  “Los Cantores de los Quilla Huasi” dado que en quichua significa: “Los cantores de la casa de la luna”. La historia de los Quilla Huasi, se inicia entre un “Caballero” y un noble. Arturo Federico Caballero y Carlos Lastra, compañeros de trabajo que necesitan conformar un grupo folklórico, para tocar en la confitería porteña “Richmond”. Rápidamente convocan a este ejército de la luna, integrado por Fernando Portal, Carlos Vega Pereda y Ramón Nuñez.
En 1956, por razones de salud, Portal abandona el grupo, en su reemplazo ingresa Oscar Valles, y con él su oleaje creativo, que trajera a las orillas de la belleza popular, canciones como “El Dominguero”.  Comienzan a hacerse populares, Roberto Palmer ingresa en lugar de Pereda e inicia una nueva etapa grabando canciones como “Angélica”.
Comenzaba la década del setenta, cuando, en reemplazo de Nuñez, Ramón Navarro se incorpora a “los Quilla”; por entonces filman películas y salen de gira por el mundo, incitados por el corazón universal de Atahualpa Yupanqui.
En 1980 dejaba el grupo, Ramón Navarro, seis años después hacía lo propio Oscar Valles; Ingresan nuevos integrantes, sin embargo, Los Quilla Huasi, ya lo habían hecho todo, para ser leyenda.
En diciembre de 2012 nos cae como una losa el fallecimiento de su gran fundador: Carlos Lastra.
Los cantores de la casa de la luna, Los Quilla Huasi, estarán por siempre presente en el canto popular, cual memoria de los vientos, cual toldería en los desiertos de la Pampa.

“A finales de 1971 o principios del 72, se nos ocurrió a Ramón Navarro y a mí, ambos compañeros de Los Quilla Huasi, presentar una obra para competir en el festival de la canción del Festival de Cosquín.No teníamos todavía definido cuál ritmo de nuestro folclore elegir. Un día, un duende inspirador me llegó repentinamente, y casi sin darme cuenta me brotó una melodía en tiempo de Chaya, la grabé enseguida para que no se me olvidara, y lo llamé al riójano para contárselo y sugerirle que le pusiera unos versos, confiando en su capacidad creadora. Aceptó con ganas, y esa noche en mi casa, después de un asado y unos vinitos, nos pusimos manos a la obra, y el duende se le apareció también a él, porque la letra le surgió de improviso, como si se la estuviera dictando. Al día siguiente la mandamos a Cosquin firmadas con los seudónimos que eligió cada uno, él: Chuqueño, ( ¡ Qué raro...! ¿no...? ), y yo: Tabaco, que es un sobrenombre que arrastro desde la infancia.  Nos enteramos después, que había sido elegida entre los temas que competirían durante las 9 noches.  Los Quillas nos alojamos en el Hotel Costanera, al costado del Rio Cosquin,, sitio en el que convergían la mayoría de los conjuntos y solistas que actuarían. Allí hicimos base para cantar  tres noches en el festival, y desde allí, otras noches,  ir a actuar a otros festivales de la Provincia, que eran unos cuantos. Los temas que competían eran interpretados por distintos artistas, solistas o conjuntos, a la Chaya la defendieron Las voces de Orán. El sistema era por votación popular, sin jurado, los votos se incluían en las entradas y luego el público las depositaba en urnas distribuidas en la plaza. De acuerdo a los resultados de los cómputos, se iban eliminando temas y así noche tras noche, hasta que en la última se definiera entre las dos finalistas. Llegaron: Canción de lejos, de Tejada Gómez e Isella, y nuestra Chaya de los pobres.

Con Ramón nos enterábamos el sábado en otro Festival, en  Chazón, y en un intervalo que tuvimos, de repente Cacho Valles salió a los gritos de su coche diciéndonos que la Chaya de los pobres había ganado, lo había escuchado en una radio de Córdoba que transmitía cuando acababa la oficial, lo anunció Hernán Figueroa Reyes, que era el animador. Al día siguiente era la entrega del premio,, y la identificación de los autores, aparecieron  desde La Rioja Carlos, hermano de Ramón y unos cuántos amigos esdrújulos con una damajuana de añapa para festejar riojanamente el éxito. Por supuesto, también participaron del mismo los chicos de Las Voces de Orán, que noche tras noche la defendieron con mucha calidad. Ellos también triunfaron, porque fue la llave que les abrió la posibilidad de grabarla, entre otros temas, en el sello Columbia y llegar a la popularidad a través de ello”

“La historia de Balada de Marzo comienza antes del año 70, jugando con la guitarra, me fue saliendo una melodía con reminiscencias medievales que yo tocaba sin encontrar ideas para ponerle una letra,  y no me sentía capaz de lograr algo que armonizara con el carácter de la melodía, así que fue pasando el tiempo y el tema quedando en barbecho, esperando tal vez un momento propicio para que botara algo. Recuerdo que en el 70, cuando Yupanqui nos trajo a Europa, conviviendo con él en la Plaza de la morería de Madrid, nos presentó a un guitarrista español llamado Padula a quien le hice escuchar la  melodía, y su opinión coincidió con la mía y la de otros, que tenía un aire medioeval. Me sugirió la idea de que alguien le pusiera una letra, si era que yo no me sentía capaz. Eso me animó a intentarlo, no quería que la melodía que había creado quedara como eso nada más: como una melodía abandonada. De regreso a Argentina, en un encuentro que tuvimos con Tejada Gómez, le comenté mi duda, y me sugirió que nos reuniéramos para escucharla y sentir qué le sugería la melodía, fue a mi casa, comimos un asadito y tomamos unos tintos, y cuando al fin le hice escuchar el tema e insistí en que la melodía sugería algo a romanza de los troveros, movió la cabeza como negando, cerró los ojos y se quedó pensando un momento largo, con  su tic en un ojo que no cesaba, y, cuando salió de ese aparente trance, me pidió papel y birome, y de un tirón, sin pensarlo  más, escribió en el papel el  poema que la música le había inspirado. Mejor no se me hubiera ocurrido a mí ni a otro cualquiera. 
Compusimos otros temas, Cita en la misma esquina, con sabor a Balada de Marzo que fue una de las finalista en el festival de la Canción de Buenos Aires hace muchos años, cuando ganó Balada para un loco, y también compusimos la  vidala La Rioja verde, con un recitado dedicado a Ramón”

Toda una vida por los caminos del mundo con innumerables anécdotas, entre ellas cuando conoció a MALENA  (la del tango)
“Yo trabajaba en un nigth club llamado Montmartre, antes de entrar al Trìo Azul. Ahí tocaban Ciriaco Ortiz, un grupo de música cubana y varios números más. Una noche llegó un pianista que se llamaba Armando Aranjuelo, con una mujer rubia, mayor pero muy interesante. La presentó diciendo “Malena”. Yo, en broma, le dije “¿canta el tango?”; “sí”, me respondió, y entonces supe que era la que habíaa inspirado el tango de Manzi. Se llamaba María Elena Tortolero, y se había iniciado como cantante de tangos en Buenos Aires. Pero el padre, que era español, fue nombrado cónsul en Porto Alegre, y la familia se radicó allí. Ella siguió cantando, aunque agregó otros géneros musicales. Una vez, Homero Manzi viajaba a Nueva York en barco y, en una escala en Porto Alegre, entró a un lugar donde ella estaba cantando. Así nació el famoso tango. Manzi le mandó la letra desde Estados Unidos a Lucio Demare, que le puso la música. Estaba casada con un cantante mexicano, Genaro Salinas, al que conoció en Cuba, adonde ella había ido a cantar desde Brasil, y se radicaron en México. Desde allí vinieron a Buenos Aires porque a él lo habían contratado; así llegó Malena de nuevo al país. Cuando yo la conocí, el marido estaba en Venezuela, y no se sabe bien por qué, pero apareció muerto debajo de un puente. Con Malena nos habíamos hecho muy amigos, incluyendo la que era mi esposa, Elsa Ramos, con quien tuve una hija, Mónica, que vive, como yo, en España, concretamente en Palma de Mallorca.. Ella nos consiguió varios trabajos, incluyendo un buen contrato en el cine Metro, donde recuerdo que el animador era Armando Rolón. Era un lugar cotizado en esa época. Después de la muerte del marido, Malena nos ofreció el departamento que tenía en la calle Maipú al 500, un piso hermoso en la planta baja, así que nos fuimos a vivir allí. Ella murió en 1960 en Uruguay, adonde había ido a visitar a unos amigos, y mi mujer fue a buscar el cuerpo junto con su hijo mayor. Así fue, a grandes rasgos esa historia”

 
Roberto Palmer vive actualmente vive en Madrid, en Pozuelo de Alarcón.
Toda una vida con la cultura popular del mundo
Más sobre Roberto Palmer: https://robertopalmer.blogspot.com/2018/
 

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