Quinto Elemento

Tomás Aracri, líder de Gría Erez: "Nunca imaginé otro escenario laboral que estar arriba de un escenario"


03 de agosto de 2021

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Gría Erez es el proyecto más reciente de música original instrumental liderado y producido por el guitarrista y compositor Tomás Aracri. Su origen se remonta al año 2019: luego de una exitosa gira por el viejo continente junto al trío de guitarras Piarché, comenzó un intenso proceso creativo que desembocó en el desarrollo de una ópera prima conceptual, inspirada en la intensidad de un vínculo humano más allá del tiempo y las culturas.


-Lograron grabar el disco poco antes del inicio de la pandemia, pero ¿pudieron presentarlo, darle el recorrido clásico a un lanzamiento? ¿En qué los limitó la realidad del último año?
-Pudimos presentarlo apenas salimos del estudio, a dos semanas de estrenarse el infame 2020. El verano de la vieja vida solía ser un momento de pausa para los grupos en general, porque naturalmente la gente (tanto de la banda como el público) suele estar muy dispersa en sus vacaciones. La hoja de ruta marcaba en marzo de 2020 la edición oficial del disco (así fue de hecho, el 27) y luego hasta junio teníamos presentaciones programadas. Esto último claramente se fue por el drenaje. La pandemia hizo que el álbum sólo tuviera un recorrido “virtual” en las plataformas de streaming, cosa que ya para cualquier artista es insuficiente, en todo aspecto. Recién a fines de 2020 y el verano del año corriente, con graduales aperturas de los espacios culturales de Buenos Aires, pudimos volver a tocarlo, primero en su formación original y después reducido a cuarteto por las limitaciones protocolares. Fue, y sigue siendo un desafío mantener la llama encendida, pero la convicción por esta búsqueda estética está intacta. La espera por la normalidad de la escena continúa para darle al disco su merecido recorrido, con shows y probablemente alguna gira, y que el público pueda disfrutarlo en vivo, donde la música siempre está destinada a estar a la larga.
 
-¿Por qué el disco se llama Mesemondó? ¿Qué historia se proponen contar desde la música?
-Todo se remonta al año 2018, donde tuve la dicha de hacer una gira por Europa con un grupo previo. Habíamos grabado un EP meses antes, y nos contactaron para ir a tocar. Un sueño. Originalmente sería por poco tiempo, pero culminaron siendo 3 meses de gira. Tocamos en teatros, espacios culturales y públicos de ciudades alucinantes como París, Bruselas, Brujas, Amsterdam, Budapest, Viena y Zagreb. En su alocado transcurso, experimenté una relación realmente trascendental con una mujer húngara en sus tierras. Un vínculo que cubría lo espiritual, lo amoroso, hasta lo existencial; y, entre otras cosas, me dejó infinitas sabidurías y enseñanzas. Al retornar del viejo continente, me encontré con un caudal de información emocional en mi cuerpo realmente fuerte que (aparentemente) sólo pudo traducirse en música. Y de ahí, el disco “Mesemondó”. Su título significa “Narrador de historias” en húngaro, y cada tema apunta a relatar de manera sonora una escena especial compartida con esta mujer. Es un álbum absolutamente conceptual, donde incluso ella aparece a través de su voz entrelazada en los temas. Rindo cierto homenaje a semejante experiencia humana, y me permito “surfear” por un abanico de sentimientos realmente amplio y heterogéneo, del que creo que la música hace un gran eco. ¿Terapia de choque dirán algunos?
 
-¿Cuáles son las influencias principales de la música que propone Gría Erez?
-Sería imposible enumerarlas todas realmente, ya que el grupo tuvo la intención de estar conformado por una diversidad de músicos realmente grande, y sus orígenes varían enormemente. Pero coincidimos en un sólido cimiento jazzístico, en donde la improvisación y su lenguaje armónico juegan un rol crucial dentro de un marco de composición más apuntado a lo climático, extenso y variante, características quizá más allegadas a la música progresiva o escrita. Por nombrar algunos, artistas como Snarky Puppy, Pat Metheny, Kurt Rosenwinkel, Weather Report, Yes, Serú Girán, Scofield, Invisible o Genesis seguramente sean semilla inconsciente de todo lo que alimenta a Gría Erez.

-¿Cómo imaginan el regreso a los escenarios, al contacto con el público?
-Por un lado, te imaginarás que muy ansiosos y extasiados por la idea de vivir algo remotamente cercano a lo que era la música en vivo previo al 2020. Pero también sabiendo que será muy gradual por lo pronto. Nos cuesta dimensionar el concepto de aforo como sociedad, sin la posibilidad de “caer” al show a último momento y comprar la entrada ahí, o decirle a alguien que te acompañe sin la presión de la capacidad estrictamente limitada. Y sabemos que ese factor nos seguirá acompañando al menos un tiempo más. También la pandemia ha causado estragos en el ambiente: muchos espacios artísticos tristemente han quedado en el camino, y debido a tanto período de inactividad, la demanda por la música en vivo va a ser la más alta en años. Va a ser desafiante  (y no menos estresante por momentos) la operatoria del “resurgimiento”. Es todo un panorama impactante, pero más allá de todo, está apuntalado por una sed insaciable de buen arte en el país que indudablemente será más fuerte que todo el resto.

-Tomás, ¿cómo llegaste a la música? ¿por qué elegiste el arte como forma de vida?
-Nunca llegué en realidad (¿o todavía seguiré llegando?)... fui uno de esos casos que nació rodeado de ella. Mi viejo, guitarrista y fanático de esas tres décadas que marcaron a fuego la música popular en todo aspecto (60s, 70s y 80s), me cantaba discos enteros de los Beatles cuando yo aún estaba en el vientre de mi madre. En casa me levantaba todos los días y lo primero que veía era su biblioteca cargada de discos, ansiosos por ser re-descubiertos por la siguiente generación. El arte de sentarse a escuchar álbumes, con todo lo que eso conllevaba – memorizarse letras, admirar y abusar de repetir solos alucinantes de tus ídolos, analizar su impacto social, etc. – fue siempre moneda corriente para mí. Las condiciones estaban más que dadas y hermosamente estimuladas. A los 8 años empecé a tocar batería y mi viejo tuvo la genialidad de llevarme a ensayar junto a él, mi tío y mi primo (bajista y guitarrista) todas las semanas. Un par de años después decidí avocarme a la guitarra. El resto fue un viaje de ida. Es llamativo, siempre me resulta orgánico pensar que en realidad nunca tomé la decisión de ser músico. Realmente en el fondo, en mi película mental de vida – al menos desde mi primer recuerdo y más allá de las dudas existenciales que el fin de la adolescencia trae y naturalmente pone en jaque - nunca imaginé otro escenario “laboral” que, justamente, estar arriba de un escenario. Siempre estuvo esa intuición, esa ley natural dentro mío bastante inquebrantable. Nunca le pude encontrar otra explicación.

Tomás  Aracri es guitarrista, compositor y arreglador, graduado de la Escuela de Música Contemporánea - Berklee International Network - en 2017. Actualmente se encuentra transitando la Tecnicatura Superior en Jazz del Conservatorio Manuel de Falla. Paralelamente se formó con grandes referentes del jazz local como los guitarristas Juan Pablo Hernández y Rodrigo Agudelo, así como también posee estudios de armonía y arreglos con Juan “Pollo” Raffo. Previo a Gría Erez, ha sido parte de diversos grupos como Piarché (jazz); Quásar (rock) y Random Bliss (jazz), con los cuales participó de grabaciones en Estudios ION, Estudio Insigno y Estudios Crazy Diamond, entre otros. 

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